MI ABUELITA: LA MEJOR LECTORA DEL MUNDO
Olegario Ordóñez Díaz
(Fragmento)
(...)
"Mi abuelita, como todas las idemás integrantes de la Legión, tenía su devocionario "El alma piadosa" de 906 páginas con las oraciones autorizadas por el Vaticano (Imprimatur, Curiae, 1946). La abuela lo había forrado con papel kraft, reciclado del empaque de una libra de arroz. Para pegar el forro, había utilizado clara de huevo y papa cocida que eran materiales con los cuales también pegábamos las cometas.
Me impresionaba la rapidez con que la abuela leía. Cada vez que terminaba de leer una página del devocionario, humedecía con sus labios los dedos índice y pulgar, tomaba la hoja de la esquina superior y la pasaba. De inmediato se oía el sonido de todas las hojas de los devocionarios de las mujeres de la Legión de María como un vuelo de golondrinas que acompasaba el susurro de las oraciones que se esparcía por toda la iglesia. Y yo, sentado junto a mi abuela, me dejaba arrullar por ese murmullo mientras viajaba con mis pensamientos más allá de las nubes, sintiendo que en esas vibraciones que producían los cantos y rezos, me comunicaba con Dios.
Era admirable la manera como leía mi abuela, teniendo en cuenta que en la época de su niñez, a principios del siglo XX, no se estilaba que las mujeres estudiaran. Mi abuela escasamente había cursado hasta segundo de primaria en la escuela de una vereda de su pueblito boyacense junto al Nevado. Ella aún recordaba el gis y la pizarra, porque en esa época no había lápices ni cuadernos. La pizarra era una piedra lisa y el gis, una especie de yeso blanco con el que escribían; se aprendían de memoria las pizarradas, luego las borraban y escribían de nuevo otras lecciones.
Eso me hacía pensar que los niños de esta época teníamos mayor responsabilidad de aprender, porque ahora había cuadernos, lápices, borrador de nata, libros y cartillas.
La abuela leía de corrido, en voz alta y sin equivocarse. Su voz era cadenciosa, rítmica, subía y bajaba de una manera tan natural y melodiosa que enternecía el alma. Nunca oí que pronunciara mal una palabra de las que leía. Y eso que había palabras de difícil fonética, de sintaxis y semántica complicadas, como las del Trisagio:
"Trinidad Santísima, en esencia, una, pura e individua, Padre, Hijo y Espíritu Santo, único objeto de nuestro amor, adoración y culto".
(...)
Ordóñez Díaz, Olegario. Mi abuelita: la mejor lectora del mundo. Bogotá: Cátedra Pedagógica, 2004.
El cuento Mi abuelita: la mejor lectora del mundo, es considerado por los niños y jóvenes como una de las mejores piezas literarias, a través de la cual se estimula la afición por la lectura. En sus 24 páginas se recrea el aprendizaje y despertar hacia la lectura de un niño que tiene como modelo a su abuela, una humilde mujer campesina que "lee" en su devocionario. de una manera perfecta. El niño va descubriendo poco a poco el valor de las letras impresas, de las palabras y oraciones; pero, sobre todo, de la lectura que su abuela hace del corazón humano.
Es un hermoso relato que no debe faltar en la biblioteca de la familia.
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