domingo, 30 de mayo de 2010

El experimento social - Germán Espinosa Garzón

EL EXPERIMENTO SOCIAL
Germán Espinosa Garzón

Capítulo 8

LA DESPEDIDA

Fragmento


—¿Oyeron eso?… Van a hablar de nosotros. ¡Corre, Leticia! Ve amor y avísales a todos, que vengan rápido… ¡Corre! ¡Corre!

Los presentes se entusiasmaron. Leticia se apresuró a llamar a los demás. Al minuto, el recinto estaba lleno. Todos se ubicaron buscando el mejor puesto. Había alegría en sus rostros. Les parecía una eternidad el tiempo empleado en las demás noticias a las que poco cuidado le ponían debido a la expectativa creada por el titular. Hasta que por fin…

—»En la Hacienda La renovación, un selecto grupo de especialistas en la economía nacional, se encuentra reunido desde el pasado veinte de diciembre con el objetivo de analizar la difícil situación económica por la que atraviesa el país. Los expertos estarán reunidos por espacio de dos semanas y sus conclusiones servirán para determinar los lineamientos para generar y definir las políticas que ha de seguir el gobierno central. Según se ha podido establecer, las medidas de seguridad tomadas son estrictas por el tipo de personajes allí presentes. Voceros del doctor Rodolfo Espitia, presidente de la Asociación de Banqueros, aseguraron a este medio que, debido a los nobles objetivos en que están trabajando, y por la época de fin de año, hubo una generosa inversión para rodear de comodidades a los participantes, y proporcionarles todas las garantías exigidas por ellos. Existe una gran expectativa en el alto gobierno por lo que allí ocurra. Estaremos pendientes de informar los detalles de esta cumbre. Para ABC, desde el lugar de los acontecimientos, les informó Wilson Ayala.

—Gracias, Wilson. En otras noticias…»

El desconcierto fue total, se cruzaban miradas que traslucían grandes interrogantes. La mayoría miraba acusadoramente a Rodolfo. Isaías se cogía la cabeza a dos manos. Los únicos aplomados eran David, Alba y su guardaespaldas, Gerardo. Con un golpe sobre la mesa, Isaías liberó parte de su cólera.

—¡Malditos mentirosos! Ésos periodistas son unos cretinos... ¡Atreverse a decir que estamos rodeados de todas las comodidades! ¡Que tenemos todas las garantías! ¡Qué falsos son!

—Me preocupa que el país esté esperando resultados de nuestra parte —apuntó Iván.

ESPINOSA GARZÓN, Germán. El experimento social. Bogotá: Cátedra Pedagógica, 2010.

Lee la reseña en:

http://clubdelecturacatedrapedagogica.blogspot.com/2009/08/el-experimento-social.html#comments


miércoles, 19 de mayo de 2010

Mi abuelita: la mejor lectora del mundo

MI ABUELITA: LA MEJOR LECTORA DEL MUNDO Olegario Ordóñez Díaz (Fragmento)
(...) "Mi abuelita, como todas las idemás integrantes de la Legión, tenía su devocionario "El alma piadosa" de 906 páginas con las oraciones autorizadas por el Vaticano (Imprimatur, Curiae, 1946). La abuela lo había forrado con papel kraft, reciclado del empaque de una libra de arroz. Para pegar el forro, había utilizado clara de huevo y papa cocida que eran materiales con los cuales también pegábamos las cometas.
Me impresionaba la rapidez con que la abuela leía. Cada vez que terminaba de leer una página del devocionario, humedecía con sus labios los dedos índice y pulgar, tomaba la hoja de la esquina superior y la pasaba. De inmediato se oía el sonido de todas las hojas de los devocionarios de las mujeres de la Legión de María como un vuelo de golondrinas que acompasaba el susurro de las oraciones que se esparcía por toda la iglesia. Y yo, sentado junto a mi abuela, me dejaba arrullar por ese murmullo mientras viajaba con mis pensamientos más allá de las nubes, sintiendo que en esas vibraciones que producían los cantos y rezos, me comunicaba con Dios. Era admirable la manera como leía mi abuela, teniendo en cuenta que en la época de su niñez, a principios del siglo XX, no se estilaba que las mujeres estudiaran. Mi abuela escasamente había cursado hasta segundo de primaria en la escuela de una vereda de su pueblito boyacense junto al Nevado. Ella aún recordaba el gis y la pizarra, porque en esa época no había lápices ni cuadernos. La pizarra era una piedra lisa y el gis, una especie de yeso blanco con el que escribían; se aprendían de memoria las pizarradas, luego las borraban y escribían de nuevo otras lecciones. Eso me hacía pensar que los niños de esta época teníamos mayor responsabilidad de aprender, porque ahora había cuadernos, lápices, borrador de nata, libros y cartillas. La abuela leía de corrido, en voz alta y sin equivocarse. Su voz era cadenciosa, rítmica, subía y bajaba de una manera tan natural y melodiosa que enternecía el alma. Nunca oí que pronunciara mal una palabra de las que leía. Y eso que había palabras de difícil fonética, de sintaxis y semántica complicadas, como las del Trisagio: "Trinidad Santísima, en esencia, una, pura e individua, Padre, Hijo y Espíritu Santo, único objeto de nuestro amor, adoración y culto". (...) Ordóñez Díaz, Olegario. Mi abuelita: la mejor lectora del mundo. Bogotá: Cátedra Pedagógica, 2004.
El cuento Mi abuelita: la mejor lectora del mundo, es considerado por los niños y jóvenes como una de las mejores piezas literarias, a través de la cual se estimula la afición por la lectura. En sus 24 páginas se recrea el aprendizaje y despertar hacia la lectura de un niño que tiene como modelo a su abuela, una humilde mujer campesina que "lee" en su devocionario. de una manera perfecta. El niño va descubriendo poco a poco el valor de las letras impresas, de las palabras y oraciones; pero, sobre todo, de la lectura que su abuela hace del corazón humano. Es un hermoso relato que no debe faltar en la biblioteca de la familia.

Mi abuelita: la mejor lectora del mundo


miércoles, 24 de marzo de 2010

Filemón Luna, el soñador enamorado y otros relatos

FILEMÓN LUNA, EL SOÑADOR ENAMORADO
Por Olegario Ordóñez Díaz
(Fragmento)
(...)
Filemón Luna, el Soñador, recordó el día cuando el reloj que acababa de recuperar había llegado a sus manos un poco más de veinte años atrás. Fue en el Japón. Se lo regaló una hermosa mujer, quien le confesó que era un reloj de tradición familiar que ella había recibido de su padre quien a su vez lo había heredado de su abuelo. Filemón se quedó mirando a la mujer con la misma ternura con la que había empezado a mirarla un año atrás cuando la descubrió flotando como un colibrí entre las flores de los jardines exóticos de un parque de Kioto un fin de semana en que estaba visitando un templo sagrado. En ese entonces le pareció que era la mujer más bella que había visto en su vida.

El doctor Filemón Luna había llegado al Japón después de recorrer casi todo el mundo y haber sido testigo presencial de muchos acontecimientos que la mayoría de la humanidad sólo veía por la televisión, escuchaba por la radio, leía en los periódicos o no se enteraba jamás. Había vivido el terremoto de México y el Huracán Fifí que azotó a Nicaragua; allí había visto grandes árboles golpear con desesperación enloquecida sus copas contra el suelo para después arrancar sus raíces y volar por los aires junto a los techos de lata y teja de barro de las casas, y había visto correr ríos de naranjas amarillas y vacas muertas que mucho tiempo después en sus memorias orales un comediante trotamundos, Guillermo Mejía, también describiría como las cosas más asombrosas y terribles que había presenciado cuando iba recorriendo la América Central tratando de remendar su corazón destrozado por una pena de amor.

(...)

Ordóñez Díaz, Olegario. Filemon Luna, el soñador enamorado y otros relatos. Bogotá: Cátedra Pedagógica, 2010.